Por suerte o por desgracia la Medicina Estética ha tenido estos últimos diez años una evolución meteórica. Hemos aprendido, como ocurre en muchas disciplinas, un poco a tropezones mediante el infalible método del ensayo y del error.
Y una de las primeras cosas que hemos aprendido y que para mí es directamente el primer mandamiento, es que si partimos del hecho innegable de que nadie es perfecto… entonces todo se puede mejorar. Pero, ¡cuidado! en la mejora no tiene que estar implícita modificación ni transformación alguna.
Me explico, ya no se trata de poner pómulos, hinchar labios o colocar mandíbulas, ahora lo que intentamos es realzar los propios pómulos, re densificar discretamente la mucosa labial o proyectar de manera sutil el ángulo mandibular. Todos tenemos lo mismo: pómulos, labios, mandíbula, etc. Lo que hacemos es mejorarlo y/o devolverlo a su sitio de origen.
No se debe aspirar a tener la cara o el cuerpo de tal o cual personaje pero si se debería intentar ofrecer la mejor imagen de nosotros, sin obsesiones absurdas ni sacrificios ridículos, no ya por uno mismo y la imagen reflejada en el espejo, sino también por respeto a los demás.